martes, 24 de noviembre de 2015

CLUBS Y GRUPOS POLÍTICOS EN LA REVOLUCIÓN (II): De los Estados Generales a la Asamblea Nacional Legislativa

LOS ESTADOS GENERALES 
La convocatoria de los Estados Generales generó un clima de agitación política que sacó a la luz no sólo el descontento con la situación política, económica y social de Francia, sino también  las nuevas aspiraciones alentadas por la Ilustración y el triunfo de la Revolución Norteamericana. Los Cahiers de Doleances del Tercer Estado y los múltiples panfletos que, redactados por aquellos que deseaban darse a conocer de cara a la elección de representantes, circulaban por el país, son el testimonio de este repentino interés popular por los asuntos públicos.
 
La apertura de los Estados Generales en Vesalles el 5 de mayo de 1789

Una vez elegidos, los representantes se agrupaban por estamentos, siguiendo la división de la sociedad propia del Antiguo Régimen. De los 1139 diputados que componían la cámara, 291 pertenecían al clero, 270 a la nobleza y 578 al Tercer Estado. Pero esta separación era, en muchos aspectos, más formal que real. Para empezar, entre los representantes del Tercer Estado había miembros de la nobleza y el clero, como Mirabeau y Sieyès respectivamente, destacados revolucionarios ambos. Y por otra parte, no todos los representantes de cada estamento compartían un mismo punto de vista político. Entre los eclesiásticos había simples párrocos, más cercanos a sus feligreses que a la jerarquía eclesiástica, y entre los nobles también existía una pequeña nobleza rural alejada por igual de los aristócratas. Incluso entre estos últimos existían figuras como Lafayette, que fue uno de los animadores de la Revolución.

Así pues, si tuviéramos que dividir a los representantes por sus ideas políticas, o tratar de establecer diferentes grupos políticos en el seno de los Estados Generales, no podría marcarse una clara separación entre el Tercer Estado por un lado, y la nobleza y el clero por otro. Y, pese a que fueron los miembros del Tercer Estado los principales impulsores del  proceso revolucionario, sería más exacto, en este primer momento, hablar de dos bandos opuestos más allá de su extracción social o estamento, los partidarios de las reformas (revolucionarios) por una parte, y los absolutistas por otra.

También fue durante las reuniones de los Estados Generales cuando apareció el primer club político, el club Bretón. Este club surgió por el hábito que adquirieron los diputados del Tercer Estado de Bretaña de reunirse por las tardes en el café Amaury de Versalles, es decir, fuera de las sesiones de los Estados Generales, con la finalidad de analizar los asuntos que se habían tratado o se iban a tratar en la asamblea y consensuar con anticipación el sentido de su voto, siendo estas reuniones secretas. El club fue creado por Luois-René Caraduc de La Charlotais y entre sus presidentes estuvo Le Chapelier. Pronto se unieron al club diputados de otras regiones como Mirabeau, Lameth, Barnave, Robespierre, Bailly, Sieyès, y otras personas que no formaban parte de la asamblea. Cuando los diputados se juramentaron en el Jeu de Paume, 200 de ellos pertenecían a este club. Este club será el germen de la Sociedad de Amigos de la Constitución, también conocido como club jacobino.
 
Placa conmemorativa en el Café Amaury de Versalles


ASAMBLEA NACIONAL Y ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE.
El día 12 de mayo, es decir, apenas una semana después de que se hubieran inaugurado los Estados Generales, los miembros de Tercer Estado ya solicitaban la creación de una nueva asamblea, al ver que su reivindicación del voto individual no era atendida. El 17 Sieyés denominó la nueva asamblea como Asamblea Nacional, e invitó a miembros del clero y la aristocracia a que se unieran a ella, unos 150 clérigos y 2 nobles lo hicieron. El día 20, los diputados del Tercer Estado encontraron la puerta de la sala donde se reunían cerrada, por lo que, buscando un lugar donde poder celebrar sus reuniones, ocuparon finalmente el Jeu de Paume, donde se juramentaron.

 J.L. David: El juramento del Jeu de Paume

Este punto, que suponía el primer acto de desobediencia a la Corona, también marcó la aparición de las primeras diferencias entre los revolucionarios y, con ellas, la creación de diferentes grupos políticos, así como la proliferación de clubs.

El rey se vio en la necesidad de reconocer la legitimidad de la nueva Asamblea, que el 9 de julio de 1789 se declaró Constituyente, integrándose en ella muchos de los miembros de los Estados Generales. De los aproximadamente 1180 diputados, cerca de 300 pertenecían al clero, unos 280 a la nobleza y más de 600 al Tercer Estado. La principal novedad, es que las diferencias estamentales se habían suprimido.

Además de la importante actividad legislativa llevada a cabo por la Asamblea, entre la que se incluyó la abolición del feudalismo (5 de agosto de 1789) y la Declaración del los Derechos del Hombre y el Ciudadano (26 de agosto de 1789), la elaboración de la constitución –tarea principal de la Asamblea Constituyente-, implicaba la toma de postura sobre muchas decisiones que resultaban polémicas. Había que establecer una forma de gobierno determinada, decidir si las cortes serían bicamerales –con una reservada a nobles- o unicamerales, definir los límites del poder ejecutivo (el rey), cómo sería su derecho de veto, a quién correspondía declarar la guerra o la paz (si a la Asamblea o al rey) y conferir un estatuto a la figura regia (la inviolabilidad de su persona). Polémicas que se enconaron aún más con asuntos como la expropiación de bienes eclesiásticos y la Constitución Civil del Clero (12 de julio de 1790) o la abolición de la nobleza hereditaria. Cuestiones todas ellas  que se entremezclaban, además, con situaciones coyunturales (la toma de la Bastilla, el traslado del rey y la Asamblea a París, el exilio de nobles que comienzan a conspirar para acabar con la revolución, el ruinoso estado de la Hacienda Pública, la fuga del rey, la manifestación del Campo de Marte, etc.) que convirtieron el proceso constituyente en un acalorado enfrentamiento entre las partes.
Era pues inevitable que se fueran definiendo las diversas posiciones políticas de los parlamentarios, configurándose así tres grandes grupos.

 A la “derecha” los monárquicos absolutistas, partidarios del Antiguo Régimen, integrados por miembros de la nobleza y el clero, cuya posición sistemática fue la de oponerse a todo y tratar de entorpecer todo lo posible el proceso. Entre sus líderes estaban J.A. Marie de Cazalès y el abate Jean-Sifrien Maury. Llegaron incluso a formar un club político en París, siguiendo el modelo de los jabinos, en agosto de 1790. Por ubicarse en el convento de los Grands-Capucins fue conocido como el Club des Capucins. Muchos los miembros de este grupo fueron abandonando la Asamblea e incluso el país en vista del desarrollo de la Revolución. Los absolutistas no volverán a obtener representación parlamentaria hasta el periodo de la Restauración, aunque organizaron sublevaciones y revueltas realistas en diversos momentos del proceso revolucionario.

En el centro se situaban los “monarquianos” o “monarquistas” (Monarchiens). Eran favorables a una solución de compromiso entre privilegiados y clases populares –asociar el trono con la libertad-, y admiradores del sistema británico y su parlamento bicameral. Defendían la prevalencia de la religión católica y la máxima extensión posible de los poderes reales, posicionándose en contra de la abolición de las órdenes religiosas y la nobleza.  Se reunieron en torno al Club des Impartieux, fundado en octubre de 1789. Las figuras más destacadas de este grupo, cercano a las posiciones defendidas por Necker, fueron Jean Joseph Mounier y Pierre-Victor Malouet, presidente del club. En clara oposición a los jacobinos, podían ser definidos como contrarrevolucionarios, aunque no absolutistas. Antes de la promulgación de la constitución su posiciones políticas habían quedado ampliamente desfasadas, y algunos de sus líderes habían huido (Mounier abandonó Francia en 1790)

El grupo más relevante fue el de los patriotas, que abogaban por una mayor democratización y un mayor acercamiento a las clases medias y populares. Pero era un grupo poco homogéneo.

Muchos de ellos habían pasado por las filas del Club Bretón, que con el traslado de la Asamblea a París se refundó como Sociedad de Amigos de la Constitución, conocidos también como Club de los Jacobinos por tener su lugar de reunión en el convento dominico de Saint Jacques. Como se ha indicado, en  este momento el club había adquirido gran relevancia, agrupaba a más de 200 diputados de diversas tendencias (monárquicos, republicanos, demócratas…) –cuyas diferencias pronto se harían patentes- y a numerosas filiales repartidas por buena parte del país. Con ello este club se convirtió en el más importante centro de creación de ideas y el motor intelectual de la Revolución. Al principio defendían una monarquía constitucional y entre sus miembros se encontraban Mirabeau, Barnave, Brissot o Robespierre.

 Difusión de los clubs jacobinos entre 1789 y 1791. Puerta del Club Jacobino en París

Pero frente al jacobinismo, cada vez más radical, se perfiló otra línea más moderada, que tiene su expresión en la creación en mayo de 1790 de la Sociedad Patriótica de 1789, club que se nutre en buena medida de miembros moderados del club jacobino. Diseñado por Sieyès, reunía a nobles liberales, alta burguesía y hombres de letras, siendo su cuota lo suficientemente elevada como para dejar al margen a los sectores populares. Se constituyó así como un grupo elitista y bien organizado que contaba con periódicos y comités y que trató de crear una red de clubes afiliados que pudiera competir con la jacobina. Entre sus miembros estuvieron Bailly, Lafayete, La Rochefoucauld, Le Chapelier, Mirabeau, Talleyrand y Condorcet. Como grupo de la moderación, procuraban obrar en estrecha colaboración con Luis XVI, pero se oponían a la Iglesia, y así, si por una parte defendían el derecho del rey a declarar la guerra y nombrar los jueces, también impulsaron la constitución civil del clero e inspiraron (Mirabeau) los términos en los que el Estado podría disponer  de los bienes eclesiásticos. Sin embargo, se percataron que ante la progresiva retirada de monárquicos absolutistas y “monarquistas”, empezaron a ser vistos como reaccionarios y como una derecha de facto. Algunos de sus miembros volvieron a entrar en la órbita de los jacobinos y otros crearon, en julio de 1791, aún con la Asamblea Constituyente en funcionamiento el club de los feuillants, del que hablaremos más tarde.

Junto a estos clubs, fueron apareciendo muchos otros, el más importante de los cuales fue la Sociedad de Amigos de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, creado en  abril de 1790, llamados también Cordeliers, por encontrarse su lugar de reunión en el antiguo convento franciscano de los cordeleros de París. Más radicales que todos los anteriores, fueron creados con la intención de vigilar los trabajos de la Asamblea. Claramente republicanos desde el principio, y seguidores de las ideas de Rousseau, defendían el sufragio universal y se pusieron del lado de los más desfavorecidos -ocupando un espacio al que los jacobinos no llegaban- relacionándose de forma estrecha con el movimiento de los sans-culottes. De hecho fueron ellos quienes animaron las manifestaciones del campo de Marte pidiendo la destitución del rey tras la Fuga deVarennes. Entre sus miembros se encontraban Danton, Desmoulins,  Hébert, o Roux, ninguno de los cuales formó parte de la Asamblea Constituyente. También Marat estuvo cercano al club y participó en sus reuniones pese a no ser, en principio, miembro del mismo.

Club des Cordeliers

Otros, fueron los clubs femeninos, o aquellos que también daban cabida a las mujeres. Durante la Revolución las mujeres comenzaron a reclamar sus derechos políticos, en el contexto de un mundo dominado por los hombres y los valores “masculinos”. Jugaron, en determinados momentos, un importante papel como protagonistas de episodios insurreccionales y, en 1791, consiguieron que los Derechos de Hombre y el Ciudadano fueran expresamente reconocidos también para las ellas. 

Sin embargo, los clubes femeninos, asumían, además de las funciones informativas y deliberativas de los clubs masculinos, otras tales como la beneficencia o la educación de las mujeres. Ejemplo de un club abierto a las mujeres fue la Sociedad Fraternal de Patriotas de Uno y Otro Sexo, creado en febrero de 1790 por Claude Dansard. Formaron parte del mismo Jean-Lambert Tallien y Merlín de Thionville, y también recibió el apoyo de Condorcet y Hébert. Cercano y casi dependiente del Club Jacobino –sus reuniones se celebraban en la Biblioteca del Convento de los Jacobinos de París- su misión principal era la educación cívica de la gente, mientras que su módica cuota hacía que estuviera abierto a casi todo el mundo. En este club se debatieron asuntos como la reforma del matrimonio, el divorcio y la educación de la mujer.  

Club femenino

Clubs exclusivos para mujeres fueron el Circle Patriotique des Amies de la Verité, creado por la pionera del movimiento feminista Etta Palm en 1790, y otros clubs de provincias como el Club des Femmes de Dijon o las Soeurs de la Constitution de Beteuil, creados ambos en 1790 y conformados generalmente por las esposas de miembros de clubes masculinos o de burgueses cultos.

La posición de la Asamblea ante la proliferación de estos clubes, fue la de protegerlos para permitir el derecho de asociación de los ciudadanos, derecho que no quedaba expresamente reconocido en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano. Sin embargo mantenía ciertas reservas, especialmente de cara a que pudieran inmiscuirse en las deliberaciones de la asamblea, algo hasta cierto punto inevitable, pues muchos de sus miembros formaban parte de ellos. Por ejemplo, la ley del 14 de diciembre de 1789 reserva a los ciudadanos activos (aquellos que pagan impuestos, es decir, propietarios), la participación en los clubes, y el 10 de mayo, se prohíbe a los clubes presentar peticiones colectivas a la Asamblea.

Con la promulgación de la Constitución el 3 de septiembre de 1791, y su aceptación por el monarca, la Asamblea Constiuyente fue disuelta, dando paso a la creación de la nueva cámara legislativa estipulada por la Constitución.
Constitución de Francia. 1791

LA ASAMBLEA LEGISLATIVA
La formación de la Asamblea Nacional Legislativa se formó según lo establecido por la Constitución de 1791, es decir por sufragio censitario indirecto. La división timocrática (según riqueza) que establecía el sistema electoral provocaba que sólo los miembros de la burguesía acomodada pudieran ser elegidos como representantes. Por otra parte, se decidió que ninguno de los miembros de la Asamblea Constituyente pudiera ser reelegido, con lo que todos los diputados serían nuevos.

Salle du Manège. Palacio de las Tullerías. Sede de la Asamblea Legislativa

La asamblea debió hacer frente a diversos problemas. El primero el de los exiliados, que buscaban alianzas fuera de Francia para acabar con la Revolución. En noviembre de 1791 se les declara culpables de conspiración y se les condena a muerte y a la vista del apoyo que éstos recibían de las potencias extranjeras, se decide declarar la guerra a Austria en abril de 1792. El rey recibió esperanzado la noticia, imaginando que las derrotas francesas harían caer a la Revolución, y comenzó entonces a emplear su derecho de veto  para entorpecer las medidas tomadas por algunos ministros de la Gironda para preparar la defensa de París.

Dentro de la Asamblea Legislativa podían diferenciarse diversos grupos políticos, que adoptaron distintas posicionarse ante todos estos problemas y que se agrupaban en torno a diversos clubes.

A la “derecha” se encontraban los monárquicos continuistas o moderados, que se convirtieron en el mejor –y prácticamente único- apoyo del rey en la cámara, y que estaba compuesto por aproximadamente 260 diputados. A causa de que las grandes personalidades de este grupo político no habían podido ser reelegidos (Sieyès, Barnave, etc.), su líder en la Asamblea fue Brissot. Este grupo político estaba estrechamente vinculado al Club des Feuillants, o club fuldense, al que anteriormente nos referimos, y que tomaba su nombre del  convento de monjes Bernardos (feuillants) donde se reunían. El acceso a este club estaba restringido a los ciudadanos activos. Había sido fundado en 1791 y, durante los últimos momentos de la Constituyente, se opuso a la destitución del monarca tras ser detenido en su intento de fuga. El club estaba dirigido por Barnave. Sus integrantes eran antiguos miembros de la Sociedad de 1789 y algunos antiguos jacobinos moderados, entre ellos se encontraban Lafayette, Sieyès, Bailly o Lacépede, y su ingreso estaba reservado a ciudadanos activos. Su cercanía a la Corona, cada vez más desprestigiada, y su negativa a apoyar la declaración de guerra a Austria motivaron su declive. Desaparecieron como grupo junto a la Asamblea Legislativa (21 de septiembre de 1791), siendo algunos de ellos declarados traidores a la revolución y guillotinados (Barnave). Del seno de este grupo se fue desmarcando otro, que no se encuadraba de forma específica en ningún club y que estaba constituido por representantes de la Gironda (región en torno a Burdeos). En este momento tomarán el nombre de brissontins y, aunque algunos de ellos llegaron a formar parte del gobierno nombrado por Luis XVI, acabarán enfrentados al rey y al uso que éste hacía de su derecho de veto.

Convento de los Feuillants. París

Un número menor de diputados integraba el ala radical de la asamblea, unos 140 diputados aproximadamente. Vinculados al club de los jacobinos y los cordeliers todos ellos eran miembros de la burguesía culta. Se mostraban desconfiados ante Luis XVI y pretendían declarar la guerra contra las potencias absolutistas europeas -que daban apoyo a los nobles y contrarrevolucionarios exiliados- con el fin de extender la Revolución por Europa. Paradójicamente, o quizá no tanto, Robespierre, uno de sus líderes más destacados, pero que en estos momentos no era miembro de la Asamblea, se significó en contra de la guerra.

El resto de la cámara los componía el centro, 345 diputados aproximadamente, que defendía los logros revolucionarios y que se alineó generalmente con la izquierda en las votaciones.

Con respecto a los clubes, la posición de la Asamblea Legislativa fue de desconfianza que realmente, respondía a la desconfianza con respecto al club de los jacobinos y a su entramado de filiales parisinas y francesas. De hecho, junto al obligatorio registro en cada municipio del lugar y días de reunión de cada club y de sus afiliados –decretado durante los últimos momentos de la Constituyente-, una de las primeras medidas de la Legislativa fue la de limitar el poder de los clubs, negándoles la posibilidad de incidir sobre los poderes públicos, concertar peticiones de forma colectiva o constituir diputaciones. Brissot y Robespierre defendieron la necesidad y la utilidad de los clubes, Lafayette pidió su cierre.

En cualquier caso, las derrotas ante los austriacos y las suspicacias por parte de la opinión pública de que la Corte estaba detrás de ellas; la llegada a París de tropas de Marsella con motivo de la Fiesta de la Federación del 14 de julio  –que el rey no había autorizado pero a la que él mismo asistió-, que trajeron consigo el ambiente de guerra civil al son de La Marsellesa; el estado de alerta en que la Asamblea puso a las secciones parisinas (juntas de distrito de París) ante una insurrección inminete; y finalmente la difusión del Manifiesto de Brunswick a principios de septiembre de 1792, todo eso junto, se tradujo en una explosión popular que condujo al asalto de las Tullerías, la deposición del rey y la disolución de la Asamblea Legislativa.
J. Bertaux: La toma de las Tullerías de 1793


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